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Olinda Silvano: "Nunca quise ser mestiza, soy shipiba y tengo que respetar mi identidad"

Olinda Silvano

El arte kené ha llevado a Olinda Silvano más allá de las fronteras peruanas. Su trabajo ha sido reconocido en distintos países y sus murales han quedado plasmados en Canadá y Rusia. Foto: composición Instagram Olinda Silvano.

El arte kené ha llevado a Olinda Silvano más allá de las fronteras peruanas. Su trabajo ha sido reconocido en distintos países y sus murales han quedado plasmados en Canadá y Rusia. Foto: composición Instagram Olinda Silvano.
12:02 horas - Martes, 25 Febrero 2025

Olinda Silvano, gestora cultural shipibo-konibo, ha trazado un camino de resiliencia y empoderamiento desde su llegada a Lima. Su historia es un testimonio de la lucha por preservar la identidad cultural y abrirse paso en un entorno urbano desafiante.

Ella fue entrevistada por Fátima Saldonid para el programa Miradas, donde abrió su corazón y compartió detalles muy importantes de su vida.

ARTE KENÉ PARA LA COMUNIDAD SHIPIBO-KONIBO

Para Olinda, el arte kené es mucho más que una expresión artística; es la esencia de su identidad. "Para mí, el arte kené es mi identidad (...) Amo el arte desde el fondo de mi corazón, con todos mis huesos, porque es mío, porque es la memoria ancestral de mi familia, de mis ancestros, de mi pueblo nación shipibo-konibo", expresó. Este arte ancestral, transmitido de generación en generación, es un vínculo con sus raíces y una forma de mantener viva la memoria de su pueblo.

El arte kené es una expresión ancestral del pueblo shipibo-konibo, caracterizado por diseños geométricos intrincados que se plasman en diversas superficies, desde el cuerpo humano hasta cerámicas y textiles. 

Más que una simple decoración, el kené representa una cosmovisión profunda, un lenguaje visual que conecta con el mundo espiritual y natural. Cada línea y forma tiene un significado que refleja la conexión del pueblo shipibo-konibo con su entorno y su historia.

OLINDA SILVANO: “NUNCA QUISE SER MESTIZA, SOY SHIPIBA Y RESPETO MI IDENTIDAD”

La transición a la vida en la capital no fue un camino fácil para Olinda. Dejar su tierra natal, la exuberante selva amazónica, implicó un choque cultural y gastronómico significativo. Extrañaba la libertad, la selva, su hogar y sus chacras, así como el río Ucayali y su agua dulce. Llegó a Lima en busca de trabajo y con la necesidad de visibilizar su identidad, pero se encontró con desafíos inesperados. Sin embargo, poco a poco, logró adaptarse y abrirse camino, vendiendo su arte de manera ambulante en los mercados.

A pesar de las dificultades, Olinda encontró en su familia y en su comunidad la fuerza para seguir adelante. Sus hijos, su familia y su comunidad fueron su principal motivación. Buscaba abrir caminos para las mujeres de su comunidad, para que su cultura fuera respetada y para que tuvieran oportunidades de trabajo. Llegar a Lima le abrió puertas, aunque el camino estuvo lleno de obstáculos. Ahora, se siente orgullosa de los logros de su hija y de su familia.

COMUNIDAD SHIPIBO-KONIBO CANTAGALLO

En el año 2000, Olinda y otros miembros de su comunidad fundaron la comunidad Shipibo-Konibo de Cantagallo, un espacio de encuentro y preservación de su cultura en medio de la ciudad. Al principio, eran solo unas pocas familias, pero poco a poco la comunidad creció. Para Olinda, este fue un gran logro, ya que nunca quiso perder su identidad shipiba. En Cantagallo, podían vivir juntos, hablar su idioma, comer su comida y practicar sus tradiciones.

Olinda se mantuvo firme en su identidad, a pesar de las presiones para adaptarse a la vida urbana. Su vestimenta, sus pinturas faciales y su cabello teñido con huito son símbolos de su herencia shipibo-konibo. "Eso me dijeron. ‘Olinda, ¿por qué te vistes así? Olinda, ya estás en Lima’. Yo soy así, tengo que demostrar lo que soy, tienen que respetarme (...)  pero eso es mi identidad, mi vestimenta, pintarme huito, mi mano negra porque tengo que teñir mi pelo para que sea negro", afirmó Olinda.

Olinda valora profundamente el conocimiento transmitido por sus ancestros, pero también reconoce la importancia de seguir aprendiendo. Aunque no pudo asistir a la universidad, siempre participa en capacitaciones y talleres. Gracias a estas oportunidades, ha podido expandir sus habilidades y adaptarse a las nuevas tecnologías.

La generosidad y el amor por su arte han permitido que Olinda conecte con personas de todo el mundo. Su capacidad para transmitir la belleza y la importancia de su cultura ha dejado una huella imborrable en quienes la conocen.

 


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