La postura corporal y los estados emocionales son dos expresiones del mismo tipo cosa. De una u otra forma todos expresamos de una manera constante, inevitable y, la mayor parte del tiempo inconsciente, nuestro estado emocional por medio de nuestra cara y rasgos faciales, nuestros movimientos, nuestro tono muscular y por supuesto nuestra postura corporal.

Las posturas son una forma de hablar del cuerpo. Denotan nuestra relación con el entorno y con los demás. Cuando estamos decaídos se puede apreciar porque echamos los hombros hacia delante, bajamos la cabeza, tratamos como de camuflarnos en el entorno. 

En cambio, si las cosas nos van de maravilla y nos encontramos en situación de presumir, se dice que ‘sacamos pecho’. En este sentido existen las llamadas posturas de poder. Echamos los hombros hacia atrás y mantenemos el torso erguido.

Es importante que tratemos de cambiar la inercia postural. Es decir, que nuestro estado emocional y el mental no condicionen nuestra forma de estar y movernos, si no que con la postura ayudemos a cambiar nuestra actitud. Poco a poco el cuerpo va adoptando la postura. El resultado: autoconfianza, armonía y también menos problemas de espalda, respiratorios y digestivos.