Los secretos de los gatos en el Antiguo Egipto: misterio, magia y poder entre los faraones

En "Hora contacto", se presentó un reportaje sobre el papel sagrado del gato en el Antiguo Egipto y su vínculo con la diosa Bastet, símbolo de poder y protección. Foto: captura.
En Hora contacto, se exploró una de las historias más fascinantes del Antiguo Egipto: la conexión espiritual entre los faraones y los gatos.
Estos felinos, admirados por su elegancia y misterio, fueron considerados criaturas sagradas, símbolos de poder y equilibrio en una civilización que los veneró como intermediarios entre el mundo de los hombres y el de los dioses.
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EL GATO COMO SÍMBOLO DIVINO
En las arenas del Nilo, donde las dinastías se alzaban entre templos y pirámides, el gato fue más que un animal doméstico. Los antiguos egipcios lo llamaban Myeou, imitando el sonido de su propio maullido. Su figura estaba rodeada de respeto y misticismo, al punto de ser visto como un espíritu protector y portador de armonía.
De esta veneración nació Bastet, la diosa con rostro felino, hija del sol y símbolo de dulzura y venganza. Durante el día, su presencia representaba la protección del hogar y la fertilidad; pero en la oscuridad de la noche, su mirada se transformaba en fuego para castigar a quienes rompieran el orden sagrado. “Defendía los hogares, los templos y castigaba con furia a quien perturbara el orden sagrado”, se recordó en el programa.

ENTRE LO SAGRADO Y LO COTIDIANO
El respeto por los gatos iba más allá de lo religioso. Su papel dentro de la vida diaria era fundamental. Se creía que estos animales no solo protegían espiritualmente a las familias, sino también físicamente, ya que mantenían a raya a los roedores y, con ello, evitaban enfermedades. Su ronroneo, según los egipcios, era una fuente de calma y sanación, capaz de purificar la energía de los hogares.
Dañar o matar a un gato era un acto impensable, equivalente a desafiar a los dioses mismos. En muchas tumbas reales, se han encontrado representaciones y momias de gatos, lo que demuestra el nivel de devoción que despertaban.

EL LEGADO FELINO EN LA ETERNIDAD
El poder del gato trascendió la vida terrenal. En los templos y tumbas, su imagen se repetía como guía hacia el más allá. Los faraones los adornaban con collares de oro, los retrataban junto a ellos en murales y los consideraban guardianes de su viaje eterno. En el Museo del Cairo, aún se conservan esculturas y ofrendas dedicadas a Bastet, testimonio de una creencia que perdura en la historia.
Los antiguos egipcios sabían que estos animales eran más que simples compañeros. Eran símbolos de equilibrio, mensajeros divinos y protectores de lo invisible. Su legado, silencioso pero poderoso, sigue recordándonos por qué el gato fue, y quizás sigue siendo, una criatura eterna.
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