El arte que cobra vida en cada máscara de Paucartambo

"Herencia viva" presenta a los artesanos detrás de las emblemáticas máscaras paucartambinas, quienes explican cómo cada pieza refleja emociones, tradiciones familiares y la devoción a la Virgen del Carmen. Foto: captura.
En Herencia viva, tres maestros mascareros de Paucartambo compartieron su pasión por un arte que mantiene viva una tradición centenaria. Líbano Quispe Huayta, Víctor Salcedo Rojas y Yuri Ordoñez Jiménez revelaron los secretos detrás de las célebres máscaras que dan identidad a una de las fiestas más emblemáticas del Cusco: la Festividad de la Virgen del Carmen.
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PAUCARTAMBO, CUNA DE LA MÁSCARA
“La festividad de la Virgen del Carmen es muy grande a nivel de nuestra región y del Perú, y yo creo que sí del mundo. Y acá es la cuna de la máscara”, afirma Líbano Quispe Huayta.
El artesano explica que la creación de una máscara es un proceso que exige tiempo y precisión. Primero se trabaja con una matriz de arcilla, de la que se obtiene un molde para luego elaborar las copias en yeso, fibra o resina. Cada pieza nace del moldeado de personajes como Lucifer o los Saqras, figuras centrales de la celebración.
En las comparsas del Majeño o del Negro, la máscara tiene un valor familiar. “Siempre antes hacían casi la réplica al abuelo, al tatarabuelo, al papá. Decían, te traen siempre una foto, házmelo una máscara similar a esta foto”, comenta Quispe. Así, el rostro tallado se convierte en un retrato simbólico que conecta generaciones.
CUANDO EL ROSTRO TOMA PERSONALIDAD
Para Víctor Salcedo Rojas, cada máscara refleja emociones humanas y requiere una conexión profunda con el oficio. “Al momento de hacer una máscara con una expresión fuerte, tienes que en un punto hasta tratar de renegar tú mismo para que se exprese eso en la máscara”, explica.
El artista diseña primero sus bocetos en papel y luego da forma al volumen y la altura del rostro. No se trata solo de esculpir, sino de trasladar el estado de ánimo al material. “Hay que estar feliz, hay que estar molesto en algunos momentos también, digamos, para sacar una expresión así de amargo en la máscara”, detalla.
Salcedo confiesa que existe algo casi inexplicable en este arte. “Siempre la máscara paucartambina tiene algo mágico... yo tengo colegas escultores que me dicen: ‘yo soy más bueno que tú en la escultura, pero cuando quiero hacer una máscara no me sale’”, relata entre risas.
UNA IDENTIDAD QUE SE TRANSFORMA
Desde su taller, Yuri Ordoñez Jiménez resalta que las máscaras actuales son personalizadas. Ya no se fabrican en serie, sino adaptadas al rostro y la personalidad de cada danzante. “Cada integrante lleva una máscara diferente al compañero, esto viene ya grabado desde niño en la cabeza, porque es parte de esta tradición”, explica.
Su inspiración proviene de la memoria y la vivencia. “No llevo ninguna guía, todo lo plasmo de la cabeza. Simplemente la inspiración fluye”, dice. Para él, la máscara cumple un papel liberador: “Hay muchas personas que no son extrovertidas y cuando se ponen en wayqlos totalmente cambian”.
Ordoñez también destaca la diversidad visual que caracteriza a Paucartambo: “Cada integrante, incluso el traje, es diferente al compañero y la máscara también”.
ARTE, ORIGINALIDAD Y PATRIMONIO
Pese a las distintas técnicas y estilos, todos coinciden en la importancia de proteger la autenticidad de este legado. “Cada artista tiene la técnica diferente, cada artista descubre su tejido”, comenta Quispe. Mientras que Salcedo enfatiza: “Los artesanos mantenemos la originalidad, no somos de cambiar y tergiversarlas, porque la máscara es patrimonio cultural”.
Las máscaras paucartambinas son mucho más que una pieza decorativa. Son el reflejo de un pueblo que mantiene viva su identidad a través del arte y la devoción.
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